Vendiendo corsés y plumas

Plumas, corsés y frufrús en una sala de subastas. ¡Esto sólo puede ocurrir en Francia! Que alguien pague 1.887 euros por un tocado en forma de abanico con diadema de strass (precio de salida, 200 euros) que probablemente nunca se atreverá a lucir por la calle, no tiene justificación si no es por el origen de la pieza: la mítica sala de fiestas parisina Folies Bergère. Y es que Hélène Martini, la penúltima propietaria de la misma, apodada durante décadas «la emperatriz de la noche» en los círculos de initiés, ha puesto en licitación estos días su colección personal de más de 6.000 objetos relacionados con el cabaret que dirigió con mano de hierro desde 1974 hasta que lo vendió en 2011 al Grupo Lagardère. 

Para Martini, que compró la sala en 1974 después de haber triunfado en otros must de la noche parisina de la posguerra como el Folies Pigalle, Les Bouffes-Parisiennes o el Raspoutine, el Bergère siempre fue algo muy especial ya que ella comenzó trabajando en el mismo como dibujante cuando llegó a París en 1944 tras la liberación: poco antes de ganar 3 millones de francos en la Lotería y de casarse con Nachat Martini, un abogado y ex espía sirio con quien compartiría hasta su muerte sus fructíferos negocios noctámbulos. 

Pero a los 87 años, esta superviviente de origen polaco, que llegó a poseer clubes en Nueva York o Las Vegas y a quien Sinatra se refería como «mi jefa», ha decidido quedarse sólo con dos vestidos húngaros para ponérselos de vez en cuando en su hogar de Pigalle porque «ni siquiera en casa me gusta vestirme de civil». El resto de sus tesoros fueron objeto de puja a partir de 20 euros este fin de semana en el Palais Brongniart y lo poco que sobró se despachó hasta ayer en el almacén de TSE en Bagnolet.


Vestidos de un kitsch fascinante, zapatos dignos de Scarlett O'Hara, sombreros que parecen salidos del más onírico filme de Tim Burton, serigrafías de d'Erté (1892-1990), el modisto de ascendencia rusa que diseñó durante décadas la mayoría de los vestuarios del Folies, y carteles relativos al local donde nació el french can can, triunfó Josephine Baker y Toulouse Lautrec pintó a las bailarinas subiendo la pierna... Del inenarrable remate se ocupó la maison Bailly-Pommery & Voutier, especializada en dispersar colecciones relacionadas con la moda o las artes escénicas, que ya subastó en su día el vestuario de la Duquesa de Windsor o los trajes de Arletty. El sábado, de los 500 lotes que salieron a la venta, no quedó uno sin vender. Y el domingo ocurrió otro tanto, tal es el éxito que tiene en la actualidad toda la memorabilia relativa a la era dorada del teatro de varietés que ya ha suscitado una subasta similar del Crazy Horse en enero. 

A pesar de las estimaciones prudentes de los tasadores, todo fue vendido muy por encima del precio de salida, destacando un conjunto de leopardo con bustier y sombrero a juego decorado con plumas de gallo que se ofertaba a partir de 130 euros y acabó siendo adquirido por 1.063 euros. Sólo en la primera jornada, el remate sumaba unos beneficios de 179.788 euros.

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